En un mundo lleno de depredadores hambrientos, los animales de presa deben estar constantemente en estado de alerta para evitar ser comidos. Pero las plantas se enfrentan a un desafío particular cuando se trata de defenderse: No pueden moverse. Sin poder huir, y cuando el camuflaje ya no da más de sí, el único recurso que le queda al vegetal es volverse lo menos apetitoso posible para los herbívoros. Algunas plantas hacen esto ya sea aumentando su producción de compuestos tóxicos o de sabor desagradable, o bien a través de la construcción de defensas físicas tales como hojas más duras o espinas.
Pero la defensa tiene un costo en energía y nutrientes, que puede mermar los recursos a destinar al crecimiento o la reproducción.
Para equilibrar esos costos con el de la supervivencia, la planta debe poder detectar cuándo está cerca el peligro y son realmente necesarias las defensas. Investigaciones previas han demostrado que las plantas pueden poner en marcha medidas defensivas contra herbívoros cuando detectan señales, transmitidas a través del aire, provenientes de plantas vecinas heridas y que delatan lo que les está sucediendo a éstas.
Pero la capacidad de detectar señales provenientes de vecinas atacadas no siempre es garantía de captar a tiempo el peligro, especialmente para la primera planta en ser atacada. Y aquí es donde entra la capacidad vegetal que ha sido investigada por el equipo del zoólogo John Orrock y el botánico Simon Gilroy, ambos profesores de la Universidad de Wisconsin-Madison en Estados Unidos, y sobre cuyos resultados se ha informado en un reciente congreso de la Ecological Society of America (Sociedad Ecológica de Estados Unidos).
Los caracoles y las babosas son herbívoros generalistas que se alimentan de plantas como por ejemplo el ajenabe o mostaza negra. Pero tan pronto empiezan a deslizarse sobre una planta, comienzan a dejar en ella la baba que secretan para que les ayude a deslizarse. Y las plantas, o por lo menos las analizadas, detectan esa baba o moco y ponen en marcha sus defensas químicas contra herbívoros, incluso antes de ser atacadas (mordidas) por estos.
El equipo de investigación trató semillas y plántulas de ajenabe con baba de caracol, y entonces estudió cuán apetitosas eran las plantas adultas resultantes para los caracoles hambrientos. ¿El resultado? La exposición a la baba hizo que las plantas se volviesen menos apetecibles para esos animales.
http://noticiasdelaciencia.com/not/8612/vegetales_capaces_de_detectar_a_caracoles_y_babosas_por_su_baba_y_reaccionar_contra_ellos/
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