La ciencia ha demostrado que existen decesos que aportan ventajas al desarrollo armónico de un organismo. “Uno de ellas es la muerte celular programada, que consiste en desechar a lo largo de la vida estructuras que el organismo ya no necesita”, refiere el investigador del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Cinvestav, Marcelino Cereijido, en México.
Estos “suicidios” ocurren justo en el momento que se les necesita y cada estructura celular es eliminada por sustancias cómplices (generadas para efectuar su labor sin dejar rastro). “Si por deficiencias genéticas o manipulaciones experimentales se impidiera dicho proceso, la consecuencia no sería la vida eterna, sino deformaciones o aparición de tumores, pues las células se acumularían de manera anormal”, detalla el investigador.
Por ejemplo, la mayoría de los eventos de muerte celular ocurren sobre todo hacia el fin de la vida fetal y principios de la niñez, porque es entonces cuando se eliminan circuitos neurales y mecanismos que se usaron durante la gestación pero que ya no serán necesarios.
En este sentido, expone, durante la formación del sistema nervioso, el cerebro contiene muchas más neuronas de las que necesitará al completar su desarrollo, de modo que una vez que el órgano se encuentra adecuadamente formado, las restantes fallecen.
“En específico, mueren aquellas que no lograron establecer conexiones correctas y las que crearon circuitos que sólo eran útiles durante la gestación. De hecho, se estima que el ‘armado’ del encéfalo implica, durante el primer año de vida, el suicidio de aproximadamente 50 por ciento de las neuronas originales”, detalla el experto del Cinvestav.
Por otra parte, durante su desarrollo, las células pueden recibir señales que les activan genes letales, obligándolas a autoeliminarse en cuanto surja la necesidad. Uno de los medios es a través de la producción de proteínas que facilitan el ingreso de calcio, mineral capaz de activar moléculas que destruyen la arquitectura intracelular.
O bien, fragmentando el ADN (ácido desoxirribonucleico, donde se alojan los genes), el ARN (ácido ribonucleico, cuya función es copiar el ADN para producir los nutrientes de la célula) y las proteínas, e incitando a los macrófagos a consumir los restos de la célula en el proceso conocido como apoptosis.
Respecto a las células cancerosas que dan lugar al desarrollo de tumores, el investigador explica que ello ocurre porque “no escucharon” la orden de suicidarse o generan su propio mandato de no morirse, lo cual les permite sobrevivir y reproducirse.
Cereijido destaca que vivir depende de la capacidad de autorreparación, que implica que las células de la piel sean reemplazadas por nuevas, la mucosa del intestino cambie cada cuatro días o las células sanguíneas a los tres meses, procesos donde también interviene la autoeliminación de tales estructuras para ser reemplazadas por nuevas.
Sin embargo, esta cualidad se va perdiendo con la edad, a pesar de que el nuevo conocimiento se hace cargo de dicha reparación en la medida que el avance científico lo permite. Hacia el final de la vida de cada organismo, sus células, tejidos y órganos sufren diversas carencias que no se arreglan o lo hacen deficientemente hasta que alguna resulta fatal. Esto ocurre después de que el individuo se ha reproducido porque, de lo contrario, desaparecería la especie.
http://noticiasdelaciencia.com/not/8878/_que_justifica_la_muerte_celular_/
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